¿Por qué los judíos no cocinan los sábados y los valencianos no comemos arroces por la noche?
Lo desconozco, solo Dios en un caso y tal vez Sangonereta, el sabio incomprendido de Cañas y Barro en otro conocen la respuesta, lástima que ambos sean personajes de ficción (con perdón), que no así los sentimientos que trasmiten.
El caso es que ambas imposiciones son absurdos determinismos culinarios que se parecen bastante. Hablando con mi amigo Ximo Carrión, un gran conocedor y defensor del mundo del arroz, autor del éxito de ventas “Arroces y mucho más”, me dice que no hay ningún motivo objetivo para dejar de comerse un arrocito por la noche, salvo la evidente herejía. Quien de nosotros en alguna ocasión no se ha llevado a casa las sobras de la paella de los domingos, y por la noche en la intimidad del hogar y casi a escondidas, como quien comete, a sabiendas, un pecado venial, en la más absoluta clandestinidad y con cierto sentimiento de culpa digno de confesión y arrepentimiento, ha cenado arroz sin contención.
La paella, más que el arroz la asociamos a una comida copiosa, larga y descomunal, que te transporta casi de inmediato al estado de catalepsia de la siesta, pero también a la reunión, la fraternidad y el encuentro. Tal vez sea cierto que la frugalidad sea más conveniente por la noche antes de acostarse, si se quiere dormir el sueño placido de los justos. Ya lo decía mi abuelita: “De grandes cenas están las sepulturas llenas” cosa que yo interpretaba a mi manera evocando la absurda imagen de ataúdes repletos de viandas exquisitas con mesa, mantel y todo eso. Aun todavía me cuesta entenderlo y todavía más llevarlo a la práctica.
Lo cierto es que podemos ser valencianos y al mismo tiempo comer arroz por la noche sin atracarnos necesariamente. Hoy, tanto la tipología de los arroces, como la forma de cocinarlos y las grasas que utilizamos para ello son más digeribles que antaño según me apunta Ximo Carrión. Por otra parte, también nos reunimos por las noches. Salvo la evidente herejía como decía antes, no veo porque no podemos cenar una paella en un restaurante si el resto de la noche vas a estar tomando copas y los más atrevidos incluso bailando. La sociedad y nuestra manera de relacionarnos con nuestro entorno a cambiado, pero mantenemos costumbres heredadas que se nos han impuesto sin permiso por la tiranía de la costumbre y un entorno cateto e inquisidor. ¿O acaso todos los extranjeros son unos infieles? Que obligan a los desdichados cocineros de los restaurantes del centro a mancharse las manos de pecado cocinando una paella por la noche, o lo que sea que hagan. ¡Mira tú!, bien mirado tal vez eso les salve del infierno, una vez leí en la prensa que la policía tuvo que soltar a un traficante porque la droga que vendía era de tan baja calidad que no suponía un delito.
Pero hay una semana al año en que los valencianos recuperamos la cordura con nocturnidad y alevosía. Eso es, en fallas tenemos permiso divino para atiborrarnos de paellas por la noche, concursos y todo que desvergüenza. Tal vez sea lo único que me gusta de las fallas (con perdón).
En todas partes cuecen habas… En el extranjero también tienen sus propios determinismos y herejías, unas más que otras. Me pregunto si los madrileños, con su exotismo castizo tienen costumbres parecidas con el cocido, el estandarte de su original cocina, no lo se. Pero si sé que aquí cerquita, en el Perú les ocurre algo parecido con el ceviche, el peruano no come ceviche por la noche, sobre todo si esta en su país. En Orson se atiborran.
Aunque suene tan mal, casi a insulto, la palabra herejía proviene del latín haereticus que significa “libre de elegir” de manera que un hereje es una persona que tiene la libertad de elegir libremente el dogma a seguir, e incluso no seguir ninguno. Así pues yo elijo comer arroz donde y cuando quieras y en Orson serán bien recibidas las personas que pidan un arrocito para cenar, los valencianos incluidos.
SALUD AMIGOS Y
VIVID GOZOSOS.