Por favor, cierre por un momento los ojos y piense en Asia.
Siento desilusionarles, pero lo que ven ahora con su ojo interior es solo esto: una imagen, una imaginación que, probablemente, poco tiene que ver con la realidad. Esta imaginación se nutre sobre todo de fuentes sobre oriente que podemos encontrar en occidente. Podemos llamar orientalización al acto de dar características supuestamente orientales a algo. Los restaurantes asiáticos a menudo rebosan de estatuas de leones, lámparas rojas y cuadros de guerreros, bailarines o trabajadores de los campos de arroz asiáticos acompañados de textos en un lenguaje indescifrable para nosotros.
En este caso podríamos incluso habar de auto-orientalización. Algunas personas, por ejemplo procedentes de China, se hacen “más chinos todavía”. O, mejor dicho, intentan cumplir y complacer la imagen que se hace oriente de Asia. Y por supuesto, la comida que podemos comer en estos lugares ya es una adaptación a los hábitos, paladares y expectativas de los clientes occidentales. Los restaurantes chinos que frecuentamos en Europa en realidad son bastante diferentes de los restaurantes que podemos encontrarnos en el este asiático.
Cuando hablamos de multiculturalismo, a menudo nos viene a la mente este “multiculturalismo banal”, que es la existencia de ofertas gastronómicas procedentes de múltiples regiones y culturas. No obstante, este multiculturalismo no es tan banal como podemos creer en un primer momento. Como hemos visto, es una negociación entre influencias que no se encuentran a medio camino entre una sociedad de origen y la nueva sociedad, por ejemplo entre Asia y Europa. Más bien crea algo totalmente novedoso, jugando con las expectativas, adaptaciones y exageraciones propias del campo cultural.
Además, nuestra sociedad también se orientaliza. Desde frases de Confucio en los sobres de azúcar, o las artes marciales, hasta la comida asiática, el yoga, tatuajes de palabras chinas o la creciente producción cultural como el pop coreano, las películas chinas o los mangas, tan populares especialmente entre los jóvenes: incluimos en nuestros hábitos cotidianos elementos de lo que nos imaginamos como asiático.
Y por supuesto, esta incorporación de elementos culturales diferentes no se queda limitado a occidente. También en Asia mismo podemos observar cambios debido al contacto de culturas. También ahí podemos encontrar una auto-orientalización. En este caso puede ser para complacer a los turistas occidentales que esperan encontrar en Asia aquella realidad que se imaginaron desde la distancia a miles de kilómetros. Otra razón de la auto-orientalización de oriente la podemos encontrar en el creciente nacionalismo que también podemos percibir en muchos países asiáticos. Vinculado con ello está la búsqueda de raíces ancestrales, de una cultura original y propia que se diferencia claramente de otros países. No obstante, tal como decía el historiador Benedict Anderson, en el caso de los diferentes nacionalismos solo estamos ante tradiciones y comunidades “imaginadas” o inventadas.
Los seres humanos se imaginan a menudo la nación como muy ancestral cuando realmente, las naciones modernas raras veces tienen mucho más de doscientos años. Ahora bien, “imaginada” o “inventada” no significa que estas imaginaciones sean falsas o que no sean reales. Más bien, el “invento” de una narrativa sobre la comunidad es un acto creativo de producción de una nación: Crea una realidad y puede ser utilizado por una multitud de fines variados, desde la cohesión social, el folclore turístico, hasta la justificación de acciones bélicas. Podemos entender incluso esta necesidad de reafirmar una cierta imagen de raíces y tradiciones como respuesta a la obviedad de las mezclas culturales y a la borrosidad de una definición clara de identidades. El nacionalismo que se expresa en una supuesta vuelta a las raíces originales y tradicionales, sería entonces un fenómeno postmoderno de reacción a la desorientación en una sociedad globalizada.
Por supuesto, en oriente no solo podemos encontrar la orientalización. Al mismo tiempo, la influencia de la cultura occidental en Asia es innegable. Gran importancia en este sentido ha tenido la colonización, sobre todo la inglesa y francesa. Con la violencia bárbara que caracteriza el intento colonial de traer la “civilización” a otras regiones del mundo, los imperios europeos han influenciado profundamente en el sistema económico, político y social de las regiones conquistadas.
Los bienes materiales y productos culturales de los ricos europeos parecían —y a menudo lo parecen todavía hoy en día— como mejores y más deseables, más refinados y más cultos que aquellos de producción propia. También la comida, la bebida y los hábitos que lo acompañan han sido influenciados fuertemente por occidente. La cultura global de las pizzas y hamburguesas, de la cerveza y la Coca Cola forma hoy en día tanto parte de la vida en oriente como en occidente.
Podemos hablar de una cultura global, una cultura vinculada con la hegemonía cultural de occidente. Con su fuerza económica y sus productos culturales, como las películas de Hollywood, ha entrado hasta los más remotos lugares del planeta.
Si van la próxima vez a un restaurante asiático quizás puedan intentar descubrir las diferentes interdependencias culturales entre oriente y occidente. Pueden intentar descifrar y deshilar los distintos trazos culturales ¿Qué ingredientes son de oriente y cuáles de occidente? ¿Cuáles han sido traídos de occidente a oriente para que los podemos considerar orientales? ¿Hay algo “auténtico” en la comida, la bebida, la decoración?
Tal como los toros de plástico, que los turistas pueden comprar en las plazas centrales en España, están “made in China”, también mucho de lo que consideramos productos auténticos chinos en Europa tienen una o varias influencias europeas.
El mundo es diverso y la multiculturalidad es todo menos banal.